viernes. 29.03.2024
olimpiada popular barcelona

Diferencias políticas y deportivas

Es muy ilustrativo contrastar las dos concepciones del deporte que reflejarán la Olimpiada Popular de Barcelona y la Olimpiada de Berlín, con independencia de que en Berlín presenciara dichos juegos el genocida Hitler. Un año antes de su llegada al poder, en 1933, el COI ya había decidido en marzo que los juegos se celebrasen en Berlín, tras las Olimpiadas de Los Ángeles. Y así se hizo.

olimpiada berlinLa candidatura de la ciudad de Berlín se había impuesto al Stadium de Montjuich. Ante tal hecho, decía Diario de Navarra, “la metrópolis sajona habrá edificado una ciudad cubista que será la admiración del mundo”. El periódico oponía las grandes construcciones futuras de Berlín con el clima, el mar y el cielo de Barcelona. Decía que Barcelona había perdido dicho concurso a pesar de que su decisión se había tomado en la ciudad condal. Concluía sin dar razones de su afirmación: “¡Han dado “pucherazo!” (21.5.1931). Curioso comentario, porque nadie como este periódico defendería a partir de 1933, subida de Hitler al poder, la olimpiada de Berlín.

Más que una dicotomía climatológica y arquitectónica, lo que existía era una ambivalencia ideológica en torno a los juegos de competición, aunque estuviesen adornados por un fair play digno de elogio. Este dualismo estaba a la orden del día desde el momento en que el deporte se había convertido en un fenómeno de masas, manipuladas precisamente por el deporte mismo desde dentro, amateur o profesional. En el deporte siempre se trata de ganar al otro, individual o colectivamente. Al principio, uno contra uno; después, diez contra diez; más tarde, barrio contra barrio; en adelante, ciudad contra ciudad y, finalmente, nación contra nación, continente contra continente. Ganar por orgullo, fama, dinero, sí, pero, también, impulsado por componentes menos visibles relacionados con la ideología, el pensamiento, la antropología y el psicoanálisis.

En los juegos de Berlín, existía una competencia entre sus atletas, se ensalzaba la individualidad genial en este o aquel deporte y se daba “consistencia” política al nazi y racista Hitler. Ninguna de estas máculas, según las izquierdas, se concitaban en la Olimpiada de Barcelona. En esta, no importaba que acudieran individualidades geniales, pues no se competía para ganar al otro. Siempre se dijo que Jesse Owens, no solo venció en salto de longitud al alemán Luz Long, sino al mismo Hitler y al racismo. Incluso, para deslegitimar al führer se afearía su gesto de no felicitar a Owens por su hazaña deportiva, pero, tampoco, se contó que, cuando este regresó a EE.UU, su presidente Franklin Delano Rooswelt no lo recibió en la Casa Blanca. El político demócrata estaba en elecciones presidenciales y no quiso enturbiar su campaña saludando a un negro, por mucho que hubiese humillado al III Reich ante todo el mundo.

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Jesse Owens y Luz Long

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Jesse Owens

GRETELLEn la Olimpiada Popular jamás se hubiera dado el caso de la atleta alemana Gretel Bergmann (en la imagen) que, tras igualar un récord nacional en salto de altura un mes antes de los juegos, fue expulsada del equipo alemán por ser judía. El nazismo no quería que una deportista judía ganase la medalla de oro delante de Hitler. Su lugar lo ocuparía Dora Ratjen, una saltadora que, después de dos años, se supo, que era un hombre.

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Dora Ratjen

Y nada diremos qué hubiese ocurrido con los deportistas homosexuales.

El contraste conceptual, político y cultural que ambas olimpiadas representaban nos sirve para percibir el contexto geopolítico del momento y los desencuentros que se daban entre una concepción fascista y una concepción democrática de la vida, incluso en el terreno deportivo, aparentemente ajeno a las ideologías políticas de los distintos países participantes.

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Todos a Berlín

Es cierto que la mayoría de los países del mundo apostaron por los juegos olímpicos de Berlín y no estaban por boicotear a Hitler, cuya connivencia política entre él y los juegos no lograron sospechar que existiera y, cuando se les hizo palpable, fue demasiado tarde. Un grave error de perspectiva que Europa y el mundo pagarían caro. Olvidaron que Hitler no solo era enemigo del comunismo, también lo era de la humanidad.

gente brazo en alto

Durante el año de 1934 a 1935, hubo mucha calma, a pesar de que Hitler estaba empezando a hacer de las suyas en Alemania. El periódico nacionalista La Voz de Navarra, en octubre de 1934, anunciaba fríamente que “los preparativos para los próximos juegos olímpicos, que se celebrarán en Berlín del 1 al 16 de agosto, cuyo marco será el más grandioso hasta ahora”. Más todavía, añadía: “El Campo de Deporte del Reich constituirá un ejemplo aleccionador de la influencia fecunda que sobre el desarrollo del deporte en un país determinado puede ejercer una idea internacional, como la de los Juegos Olímpicos.”

hitler olimpiada

Ni una referencia a Hitler, ni al nazismo. El hecho era incontrastable. A un año de las Olimpiadas de Berlín, no habían surgido voces discordantes en contra de dicha participación por razones políticas.

¿Y el gobierno de la II República, que, no olvidemos, era de derechas? Su disposición fue como la de todos los gobiernos de Europa. En el semanario Crónica del 16 de abril de 1935, se informaba que el Gobierno había tomado el acuerdo de que “nuestro país esté representado en los Juegos Olímpicos de Berlín por un grupo que responda estrictamente a lo que el deporte español significa actualmente, con objeto de que no se pierda la ocasión de convivir decorosamente con las selecciones deportivas del orbe y no se hagan inversiones innecesarias en momentos en los que el erario nacional existe sacrificios. El acuerdo merece divulgarse y elogiarse". (1)

Cerca ya del evento, Crónica diría: “A un año de los Juegos Olímpicos, el Gobierno de España ha mostrado su decisión de votar un crédito importante pues rozará el medio millón de pesetas para la concurrencia de nuestros deportistas al gran certamen mundial.” (16.4.1935). Y anunciaba que “nuestro país esté representado en los juegos Olímpicos”

CRONICA 21.4.1935.

El 22 de septiembre 1935, el periódico Excelsius, que luego despotricará largo y tendido contra la Olimpiada de Berlín, reproducirá un artículo titulado “La Alemania Deportiva”, escrito por el nazi von Tschammer Un Osten donde afirmaba que, entre los motivos por los que merece visitar Alemania, figuraba el siguiente detalle: “Desde que Adolf Hitler dejó a mi cargo la dirección del deporte alemán se ha operado en la vida deportiva de esta nación un cambio no poco interesante. Hemos llegado a ver en primer lugar que el deporte, merced a sus importantísimas misiones sanitarias y culturales, debe ser común de a gran masa de los desheredados de la fortuna (…) Nosotros los alemanes que procedemos con energía a la solución de nuestros problemas, sentimos el merecido respeto al orgullo nacional de otros pueblos y al velar por nuestro honor deportivo velamos con el mismo empeño por el de nuestros huéspedes y amigos” (22.9.1935).

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El nazi von Tschammer Un Osten

EXCELSIUS. 22.9.1935

En los días siguientes, anunciaba el número de atletas participantes en los juegos de Francia, Alemania, Estados Unidos y otros países, incluso de Rusia (4.10.1935); también, se preguntaba si en la olimpiada de 1936 ¿habrá foot-ball? (6.10.1935)

En el periódico Excelsius no hubo comentario alguno sobre este artículo. Al contrario. En un artículo titulado “Goethe y la idea Olímpica”, se anunciaba que el exsecretario de Estado Theodor Lewald presidente del Comité Organizador de la XI Olimpiada en Berlín en 1936, había donado un premio de 750 marcos para el mejor trabajo científico acerca del tema anunciado en el título. (1.10.1935).

Disparidad de criterios

Sin embargo, la actitud entre los políticos no era unánime y algo se cocía en las altas esferas institucionales, toda vez que en Crónica se estampaba esta sibilina diferencia entre dos instituciones fundamentales del deporte español: “El Comité Olímpico Español no debe intervenir en este asunto. Debe ser la proyectada Confederación Deportiva la encargada de determinar, preparar, vigilar, cuanto se refiera a la partición del país en los juegos berlineses. Al Comité Olímpico sólo debe estar reservado el discreto papel de mediador entre esa Confederación y los organizadores.”(Ibídem). Extraño matiz diferencial, toda vez que lo que se estaba ventilando era la participación de España en una Olimpiada. Lo lógico era que fuese el Comité Olímpico Español (COE) quien se encargase de sus imponderables deportivos.

El semanario Ahora (2) anunciaba en un titular que “España está inscrita en los juegos olímpicos”, pero advertía de que “no hay ninguna prisa en prepararse”. Según fuentes oficiosas, informaba de que “cuarenta y nueve naciones habían formalizado ya su inscripción. Y, entre ellas, se encontraba España, pero ya se verá que dicha inscripción no estaba tan clara. Para colmo, añadía un discurso nada optimista “el Gobierno va a conceder, sin duda, o ha concedido ya, unas subvenciones para que unos atletas españoles a quienes nadie se ha ocupado de preparar debidamente, hagan el papel de malos comparsas en el desfile de grandes figuras de otros países (…) Nadie sabe aún en qué va a consistir su participación, ni menos si tiene noticia de una campaña de preparación que debería haber comenzado hace tiempo. Pero no importa. Nuestra mejor virtud es la improvisación y seguramente de aquí a agosto habremos “improvisado” algo verdaderamente divertido. Ya se sabe que en pura doctrina olímpica, la cuestión es pasar el rato” (2.10. 1935). Estas subvenciones del gobierno republicano de derechas para asistir a unas olimpiadas, posteriormente, calificadas de hitlerianas, dieron mucho que hablar en los predios periodísticos.

AHORA. 2.10.1935. MANCHETA

paises inscritos

Semanario Ahora. Países inscritos

El periódico El Sol se situaba en la misma línea interpretativa. Y, al albur de que ya se estaban fabricando las campanas olímpicas que “resonarán en los países participantes en la olimpiada”, deseaba que “su prepotente voz exprese lo que verdaderamente desean quienes saben apreciar la importancia de los juegos Olímpicos desde cualquier punto de vista que se considere” (11.11.1935). Bien pronto, ese punto de vista liberal que se deseaba para los juegos, crearía conflictos dialécticos bastante furibundos.

El 19 de octubre de este año, la prensa se preguntaba si España acudiría o no a los Juegos Olímpicos, especificando que el secretario de su Comité Organizador había manifestado que uno de los pocos países que hasta la fecha no había enviado su participación de España y que “habían surgido dificultades económicas para el desplazamiento del equipo de atletas españoles”, añadiendo que “haría todas las gestiones por vía diplomática cerca del gobierno español para que España no falte a la Olimpiada de Berlín, a la que asistirán casi todos los países del mundo civilizado.” También se anunciaba que Inglaterra y Francia no participarán en la Olimpiada de Berlín.

olimpiada berlin-militar

Una opinión discrepante con ese deseo, basada en criterios políticos, la sustentó Heraldo de Madrid, periódico liberal (4.1.1936). (3) En un artículo titulado “Para salvar la ideología Olímpica” -segundo de una serie y firmado por Andrés Martín del Llano-, se sostenía que el espíritu de la Olimpiada, es decir, “el sentimiento de amor y solidaridad entre la juventud del Mundo sería ferozmente maltratado por los fascistas alemanes”.

Las promesas de algunos medios alemanes que no cesaban de hacer llamamientos a los deportistas del mundo -“Alemania os invita”, “Alemania llama a la juventud”-, las calificó de fraseología, porque “en Alemania solo se estima y admite el deporte de los arios para los arios y todo lo que provenga de las razas inferiores es considerado con desprecio y hasta con odio por los fascistas”. Luego, se preguntaba: “¿Qué garantía ofrece Alemania a los huéspedes olímpicos de 1936? Ninguna. La caballerosidad y lealtad del deporte, el reconocimiento sincero de las facultades y de la clase deportiva del hombre, sin mirar su raza, está sustituido por un fanatismo salvaje y primitivo de la sangre… aria. Ningún hombre honrado, ningún verdadero deportista irá a medir sus fuerzas con los arios en un país en el cual el triunfo solo se concibe en manos de los pura sangre.”

En las páginas de Diario de Navarra se publicaron varios artículos hablando sobre los preparativos españoles ante la Olimpiada en Berlín, que no eran nada optimistas, no por razones políticas, sino deportivas. Reportajes en los que se aprovechaba para entrever lo poco o nada que la República había hecho por el deporte, menos aún por los profesionales de elite.

Con el expresivo título “¡Eh! ¡A la Olimpiada! ¡A la Olimpiada!”, intentaba responder a la pregunta: “¿Qué piensa usted de la participación de España en los Juegos Olímpicos?”. Cuestionaba la participación en los juegos por el hecho de que, en estos momentos, España, exceptuando en los deportes de hípica, futbol, boxeo y natación, no representaba nada en el panorama internacional, por lo que no era cuestión de hacer el ridículo. Preguntaba “¿dónde están las pruebas internacionales de los demás deportes? ¿A qué campeonatos continentales concurren?”. Respondía que ni siquiera existía una preparación seria. La conclusión era coherente con la premisa: ir a los juegos “como sea” era un disparate. (29.2.1936). Como contraste, en otro artículo posterior, se describían los preparativos de los alemanes para su Olimpiada que asustaban a cualquiera. Tanto que se afirmaba que “tal como Alemania ha organizado la preparación deportiva, las medallas ganadas no dejarán de ser un gran honor y motivo de orgullo, sino que de los preparativos quedará beneficiada la cultura física del país en general y las consecuencias favorables se harán sentir durante años en el robustecimiento de la raza.” (12.3.1936). Algo que en la España republicana era un espejismo, a pesar de que en estos momentos y, desde 1934, estaba gobernando por Lerroux y la derecha de la CEDA, de Gil Robles.

1936, un cambio de perspectiva

Será a partir de 1936 cuando los planteamientos políticos, introducidos por la Internacional Comunista, den al traste con puntos de vista tan ecuánimes y tan equilibrados como los vistos hasta el momento. El cambio de gobierno político en España, tras las elecciones de febrero, ganadas por el Frente Popular, terminó con situar la participación española en los juegos olímpicos en tierra de nadie.

Sin embargo, los motivos aludidos no solo serán ideológicos, sino, económicos, derivados de la “incomprensión” del Estado que aún no había valorado la transcendencia del sport en la vida, en opinión de conspicuos analistas deportivos, como J. Miquelarena.

Un artículo de José Mesalles Estivil, del COE, calificaba sus trabajos con el gobierno de derechas como “dos años de calvario tratando de la participación olímpica”, tropezándose con una ley de contabilidad esgrimida por el Gobierno que no permitía tales alegrías deportivas. Para colmo, “el cambio de situación política ha colocado otras cosas en un plano preferente con relación a los juegos olímpicos.

Al socaire de esta actitud gubernamental, Jacinto Miquelarena, en Excelsius, comentaba que “mientras los gobiernos no concedan al sport y a sus organizaciones el puesto a que tienen derecho en la vida de un pueblo, todo será ridículo y torpe. El sistema de subvenciones, arrancadas del Estado, a salto de mata y con sacacorchos no puede ser más triste. Las subvenciones tienen aire de propinas y llegan tarde… Nos separa del mundo de verdad una distancia mucho mayor de la que parece. Y en esta distancia influye el sport más de lo que se piensa. El Estado no comprende nada”. (15.4.1936).

Como dato curioso de esta relación ideológica entre deporte y olimpiada, cabe apuntar que, tras la proclamación de la ciudad de Tokio como futura sede los Juegos Olímpicos de 1940, Inglaterra planteó su boicot por razones políticas. Una actitud que dejó perplejo a Diario de Navarra, defensor del imperio nipón: “Se está haciendo una campaña indigna queriéndose ahora conseguir que los próximos juegos no se celebren en Tokio. Por de pronto, Gran Bretaña, en la reunión de su federación en Manchester, ha acordado no asistir si se celebran en Tokio” (19.2.1938).

A los días de este suelto, el periódico añadió:

“Mientras los países que aún padecen “democracia aguda” pretenden deslucir la próxima Olimpiada por el solo hecho de boicotear al gran Imperio de Oriente, las juventudes japonesas se preparan para intervenir con éxito en los próximos juegos olímpicos. En Francia -conocemos bien estas cosas-, los organismos afectos al Frente Popular tachan de “fascistas” al Japón y dicen que los atletas de los países libres no deben acudir a la Olimpiada. La Federación de Atletismo de Inglaterra se ha dejado convencer por esta razón ya ha decidido no concurrir a Tokio” (22.2.1938).

El periódico navarro bebía de las mismas fuentes fascistas e imperialistas que Japón, de ahí que sostuviera afirmaciones contradictorias como hacer la guerra y presentarse al mismo tiempo como defensor de la paz universal: “La guerra que los japoneses mantienen en Asia no les priva de consagrarse a la obra de paz que representa la preparación de la XII Olimpiada. Por tanto no puede darse a la Finlandia los juegos de 1940 como pide el representante del comité olímpico de Estados Unidos. Quizás, para cuando llegue ese año, “la paz entre los pueblos de Asia -alejado el peligro comunista-, sea un hecho. En España por vez primera podemos tener esperanzas. Sobre todo si Dios permite que Franco obtenga la victoria total en fecha próxima”.

El lector puede sopesar de qué forma y manera, política y deporte eran aspectos de una misma realidad explosiva que los gobiernos de las naciones del mundo intentaban utilizar en beneficio propio, de manera política y, sobre todo, económicamente, aunque los balances posteriores de los Juegos se saldasen con grandes pérdidas para los gobiernos organizadores, aunque no para los empresarios capitalistas.

Veamos cómo fue el proceso de la explosión de este magma ideológico que venía cociéndose desde que el deporte se había convertido en un fenómeno de masas.

Olimpiada Popular versus Olimpiada hitleriana

La denominada Internacional Deportiva Roja (IDR) era una organización que dependía del soviet, es decir, del KOMINTERN estalinista. A su iniciativa se debió la creación en España en 1932, a partir del advenimiento de la II República, de la llamada Federación Cultural y Deportiva Obrera (FCDO).

Es importante señalar esta relación umbilical ideológico-deportiva, por cuanto esta institución, en 1934, una vez integrada en la IDR, fue el germen del Comité Catalán pro Deporte Popular. De este comité salió la iniciativa del proyecto de la Olimpiada Popular de Barcelona de 1936 como respuesta a la Olimpiada de Berlín de 1936. Su origen estuvo en el Partido Comunista, lo que reconocerlo no es ningún desdoro. A fin de cuentas, nadie como los comunistas vieron el peligro genocida del nazismo alemán.

En 1935, la IDR creó el Comité Internacional para desarrollar lo que llamó Idea Olímpica, siempre en oposición al concepto que tendrían los Juegos hitlerianos, es decir, superioridad de la raza, insolidaridad obrera y explotación del deporte por el capitalismo, detalle este último que nadie negaba y que terminaría por implantarse en el orbe.

Siguiendo dictámenes de la IDR, la Federación Cultural y Deportiva Obrera (FDCO) fundó en 1936 el Comité Español de Defensa del Espíritu Olímpico, cuyo fin inmediato fue oponerse a Hitler y su olimpiada.

Una de las manifestaciones de este movimiento de izquierdas fue la génesis y desarrollo de un discurso que aunaba Comunismo y Olimpismo, mezclándose conceptos como paz, igualdad de razas, universalismo, fraternidad, perfección personal, solidaridad y dignidad de la mujer.

El origen de la Olimpiada Popular de Barcelona de 1936 tuvo una fuente bien nítida: el partido comunista. Y, aunque la influencia del PCE era mínima en la realidad política española, en contra de lo que decían las derechas durante la II República, el 21 de marzo de 1936, esa era la realidad.

A pocos meses de la Olimpiada, Mundo Obrero respondió a un comunicado del Comité Regional del Centro alegando que “es evidente que la Federación Cultural Deportiva Obrera del Centro de España es apolítica, que defiende únicamente el deporte y la cultura popular” (21 y 26.3.1936). No se lo creía nadie, pero alardear de neutralidad era una baza demagógica que utilizaban los gobiernos.

La pretensión de la Internacional Deportiva Roja era obvia: no solo aumentar el radio de su influencia en los predios obreros, sino organizar juegos deportivos populares en distintos países con el fin de contrarrestar la influencia “nefasta y criminal” de la Olimpiada hitleriana” de Berlín. Una tarea que, más que deportiva, era política, de ahí que no calara en el resto de los países donde la defensa de la democracia era más que tibia y el peligro del nazismo lo veían cuatro, toda vez que este se presentaba como heraldo anticomunista. Y el comunismo era el único peligro serio que amenazaba las democracias. Churchill dixit.

La IDR no lo dudó y remitió su propuesta a las delegaciones y organizaciones deportivas con el marchamo de comunistas, existentes en el panorama internacional: Estados Unidos, Suecia, Checoslovaquia y España. Y cursará el siguiente aviso a la Federación Cultural y Deportiva Obrera: “tomar las disposiciones para organizar juegos populares españoles en verano de este año, al momento de la Olimpiada hitleriana de Berlín. Esta fiesta debe reunir a todos los deportistas progresistas de España, de Cataluña, etc., así como a los deportistas extranjeros. Todas las acciones deben ser orientadas hacia el reforzamiento general de la FCDO. La Internacional Deportiva tomará por su lado medidas para ayudar a la FCDO en la realización de su trabajo". (4)

El PCE diría que su pretensión era “salvar el olimpismo” -eslogan del barón Pierre de Coubertin-, y los socialistas aceptarían el reto. Mundo Obrero, en un artículo titulado “La idea olímpica, prostituida”, lo expresó así: “A finales del siglo pasado, un noble francés de espíritu progresista y tibiamente liberal” (raro aviso...), “el barón Pierre Coubertin, concibió la idea de resucitar los juegos olímpicos, dándoles un sentido universalista, donde los jóvenes de todas las razas pudieran intercambiar sus ideas y comparar las diversas maneras de practicar el deporte”.

Añadían que no se trataba de una manifestación política, ni de una contra olimpiada -algo falso por completo-, sino de mantener puramente los principios olímpicos, premisa bastante difícil de aceptar si nos atenemos a sus consecuencias: “Los Juegos Olímpicos de Berlín tienen el fin de propagar el espíritu del nacional-socialismo, de la esclavitud, de la guerra y del odio racial. La Olimpiada popular de Barcelona, al contrario, quiere defender el verdadero espíritu olímpico que reconoce la igualdad de razas y de pueblos y estima que la paz es la mejor garantía para la educación sana de deportistas y de la juventud de todas las naciones.”

La izquierda por la Olimpiada popular

Aunque no lo parezca, dicho reclamo ideológico y, cómo no, político, fue el aval para que los republicanos apoyasen el proyecto de la Olimpiada catalana. Decimos catalana, toda vez que su Comité Organizador estuvo representado y dirigido por Esquerra Republicana y sus políticos, como Josep Antoni Trabal, presidente, y sus vicepresidentes, Jaume Miravitlles y Pere Aznar, elegidos por ERC en el Parlamento. Su consejero de Cultura, Víctor Gassol, fue el representante especial de la Olimpiada popular. Su presidente de honor, el presidente de Cataluña, Lluís Companys.

A pesar del canto al deporte, a la fraternidad universal, el comité organizador catalán no desaprovechó la ocasión para activar, mediante eventos surgidos por la olimpiada, la unificación y cohesión de la ciudadanía catalana en torno a la independencia e identidad nacional, a la par que hacía llamadas al internacionalismo del proletariado.

olimpiada-barcelonaLo cierto es que las izquierdas se pusieron de acuerdo en un proyecto común. Algo inusual en estas témporas. La participación de los atletas superó con creces las previsiones -nada optimistas en un principio-, tanto es así que se vieron obligados a alargar los días de la olimpiada. Nada más y nada menos que 4.000 deportistas españoles y 2.000 extranjeros se inscribieron en ella.

La Olimpiada, como se ha dicho, se configuró según los parámetros políticos de la Internacional Comunista opuesta al fascismo europeo que empezaba a reinar en Europa. Manifestar en una Olimpiada una ideología común tenía sin duda una carga simbólica que no se podía desaprovechar.

Puesta en marcha su organización y su publicidad pronto, sin embargo, fue la izquierda republicana, no comunista, la que pretendió sacar tajada del evento. El pueblo catalán hizo suya la Olimpiada y, a su modo, trató de impulsar un movimiento deportivo popular, que, sin duda, caló en la sociedad y se asoció a una permanente manifestación antifascista en las calles.

Caso de que la Olimpiada de Barcelona no se hubiese ido al traste por culpa del 18 de julio, se hubiese asistido a la eclosión de lo que se denominó “Frente deportivo antifascista.” El historiador Carles Santacana afirmó que "la celebración de la Olimpiada Popular fue una forma de reivindicar el deporte popular frente al deporte elitista; en definitiva de una visión democrática del mundo, que esto era la República, contrapuesta a la minoritaria, el fascismo". (5)

Participación de países

La participación de los países se estructuró en tres categorías: nacional, regional y local. Lo que implicaba la admisión de naciones sin Estado. Por ejemplo, se inscribió Palestina, así como una delegación de judíos emigrados, lo que era una respuesta frontal a la prohibición de los judíos en la Olimpiada de Berlín, motivo más que suficiente para no asistir a Berlín.

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Líderes nazis

Se abrió la posibilidad de que participaran Alsacia y Lorena, así como Marruecos, entonces dividido en dos protectorados, el francés y el español y, también, el argelino, como provincia francesa. Tal organización permitió la presencia de delegaciones regionales como Rosellón, Mallorca, Valencia, Andalucía, Navarra, Aragón o, simplemente, ciudades como Sevilla, Huelva, Melilla, Jerez de la Frontera, Badajoz, Tenerife, Cádiz, Burdeos, Toulouse, Argel, Orán, Grenoble, Basilea, Praga, Grasshopen, entre otras. Obviamente, se trataba de una organización deportiva popular como nunca se había visto.

La República de España aportaría cuatro delegaciones: española, catalana, vasca y gallega.

El éxito de la convocatoria no se lo esperaba nadie, pues, de la noche a la mañana, había 6000 atletas inscritos, correspondientes a 22 naciones. Las delegaciones más numerosas procedieron de Estados Unidos, Francia, Países Bajos, Bélgica, Checoslovaquia, Dinamarca, Noruega, Suecia y Argelia. Junto a los citados judíos se dieron cita atletas alemanes e italianos, exiliados, que habían desertado del fascismo alemán e italiano, respectivamente. No eran deportistas profesionales, solo amantes del deporte y activistas contra Hitler y Mussolini.

Fue Francia el país que más atletas aportó, 1500. Lógico, el Frente Popular francés estaba presidido por el judío A. Leon Blum. En total, se concitaron 18 especialidades deportivas: Natación, Ping-pong, Boxeo, Atletismo Fútbol, Rugby, Tenis, Baloncesto, Lucha, Waterpolo, Remo, Balonmano, Béisbol, Ajedrez y Gimnasia, Pelota Vasca, Tiro y Ciclismo.

Con relación a la ayuda económica recibida de los fondos públicos, el Gobierno francés aportó 600.000 francos; el Gobierno español, 400000 pesetas y la Generalitat de Cataluña, 100000 pesetas. El gobierno del Frente Popular añadió a la subvención una apostilla significativa: “todo ello mientras no sufrague el envío de una delegación española a los Juegos olímpicos de Berlín”, una posibilidad que trajo más de un quebradero de cabeza a los “impulsores” comunistas, toda vez que algunos deportistas decidieron, motu proprio, asistir a ambos eventos deportivos, a Barcelona y a Berlín.

Para una ciudad como Barcelona, sin infraestructuras, ni alojamientos, dar cobijo a semejante movilización -se calcula que asistieron más de 20.000 personas, más 3000 acompañantes procedentes de 23 país-, era un desafío. Tanto es así que muchos ciudadanos ofrecieron sus casas para hospedar a los atletas y a sus acompañantes. Los fondos públicos no eran suficientes, así que la labor de la ciudadanía, de sindicatos y asociaciones deportivas, echaron el resto para que el triunfo de la Olimpiada fuese una realidad. Barcelona fue un hervidero de solidaridad.

La fecha de inicio de los juegos estaba fijada para el 22 de julio, pero ya el día 18 la ciudad bullía en festejos deportivos previos a la inauguración, que correría a cargo de un concierto de Pau Casals. Las delegaciones de las distintas naciones desfilaron por las calles de Barcelona. Para el día 29, en el Estado Olímpico se había fijado una inauguración con bailes, danzas y música catalana. Obviamente, entre otros himnos sonaría Els Segadors. Y se repartió un poema en catalán de Josep María de Sagarra.

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En lugar de todo eso, lo que se oyó a partir de la cinco de la mañana fue un permanente tiroteo y una trágica llamada desde las emisoras de Radio Barcelona a organizarse para luchar contra el fascio: “Barceloneses, el momento tan temido ha llegado; el ejército, traicionando su palabra y su honor, se ha levantado contra la República. Para los ciudadanos de Barcelona ha llegado la hora de las grandes decisiones y de los grandes sacrificios: destruir este ejército faccioso. Que cada ciudadano cumpla su deber. Visca la Generalitat de Catalunya! Visca la República!”.

CLARA thalmannLos Juegos fueron suspendidos de inmediato. Hubo atletas que ni siquiera llegaron a Barcelona, dado que la frontera francesa se cerró al instante. Y los que estaban en la ciudad salieron de ella como pudieron.

También, alrededor de 200 atletas se quedaron en España uniéndose a las milicias obreras para luchar por la República, como fue el caso de la nadadora suiza Clara Thalmann (en la imagen), de ideología trotskista.(6)

Euskadi Roja

La existencia de una doble Olimpiada en el panorama deportivo español puso de manifiesto el entramado político e ideológico en el que nadaban las posiciones de las izquierdas y las derechas ante el deporte.

Euskadi Roja, semanario del Partido Comunista de Euzkadi, se mostró en todo momento seguidor de los dictámenes descritos por la izquierda roja.

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De este modo describía la olimpiada de Berlín y la Olimpiada Popular, una visión maniquea, desde luego, pero no tan distinta a la que las derechas tenían del evento, pero al revés. Euskadi Roja escribía que “el fascismo ha desvirtuado las esencias humanas del pensamiento olímpico. La olimpiada que se celebrará en Berlín será la negación del fair play, de la destreza de la fuerza, de la idea de fraternidad de los hombres, de todos los pueblos y de todas las razas. Será una mascarada nazi, dirigida por los gladiadores de Coblenza, corrompidos y corruptores. La Península del Frente Popular no enviará sus atletas a Berlín. Nuestros atletas acudirán a la Olimpia Popular de Barcelona, donde el espíritu de fraternidad unirá a todos los hombres sanos, fuertes y progresivos, reivindicaciones así el prístino sentido de las fiestas olímpicas”.

Luego, reprodujo el Manifiesto del comité organizador de Euskadi, donde se idealizaba el deporte visto como factor social y cultural importante de la vida. Describía el deporte como una actividad para contrarrestar el efecto nocivo del trabajo, parte clave de la higiene y de la cultura. La retórica de su discurso estaba muy cerca del panfleto, pero sus afirmaciones no estaban lejos de la verdad comunista y del pensamiento de la izquierda: “Hay gente que lo explota con fines militaristas y guerreros. Conducen la juventud al camino de la fuerza. Sometidos a una disciplina militar y una preparación técnica y espiritual para futuras guerras. Eso ocurre en países fascistas como Alemania e Italia. El fascismo cambia el sentido y el contenido del deporte: de un movimiento progresivo por la paz y la fraternidad de los pueblos hace un instrumento de la maquinaria de guerra”.

No era extraño que concluyera su alegato con estas afirmaciones: “Los juegos de Berlín son indiscutiblemente una falsificación vergonzosa, una burla del pensamiento olímpico. Un país donde todo un pueblo es perseguido por sus convicciones o por su religión, donde se declara fuera de la ley a toda una raza, este país no es el sitio para acoger los verdaderos juegos olímpicos. Todo lo contrario a lo que será la Olimpiada de Barcelona” (18.4.1936), pero que nunca fue.

Afirmaba Euskadi Roja que la península del Frente Popular no enviará sus deportistas a Berlín, pero no fue esa la realidad. A pesar de que se decía que España no participaría en Berlín, porque el gobierno de la República estaba organizando la Olimpiada Popular con el fin de no dar alas al fascismo -aseveración que sonaba ridícula dada la cantidad de países que habían dado ya su consentimiento a la olimpiada hitleriana-, lo cierto fue que esa claridad contundente, con que las izquierdas presentaban su rechazo unánime a la Olimpiada de Berlín, mostraba algunas aristas.

Excelsius

La información del periódico Excelsius, órgano expresivo-deportivo del PNV, sobre la participación de España en la Olimpiada de Berlín bailoteó entre la duda, la perplejidad y la tenue confianza en que se realizaran.

El 24 de junio de 1936, daba cuenta de que había tenido lugar en Barcelona una reunión del Comité Olímpico Español bajo la presidencia de don Augusto Pi y Suñer. Al contrario de lo que se venía manifestando y sobre, todo deseando por parte de los partidos de izquierda del Frente Polar, se dejó clara “la unanimidad con que las Federaciones deportivas se manifestaban en favor de la participación de los Juegos de Berlín”. Todo un jarro de agua fría para quienes consideraban que se trataba solo de unos juegos hitlerianos y a los que el Gobierno del Frente Popular iba a oponer una resistencia numantina. Nada más y nada menos que el COE sostenía que los deportistas españoles sí asistirían a Berlín.

Como quiera que apremiaba la fecha de cierre de admisión de inscripciones, acordaron enviar al Comité Organizador de la Olimpiada la inscripción española para determinadas pruebas, añadiendo que, caso “de no recibirse el apoyo solicitado del Gobierno de la República, los equipos se verán considerablemente reducidos y algunos de ellos en la imposibilidad de cumplir con el compromiso adquirido”.

De hecho, el general Moscardó Ituarte, que no era persona ajena al deporte y que desempeñaba cargos deportivos desde la Escuela Gimnástica del Ejército de Toledo en la República, recibió una orden del presidente del consejo de ministros, Santiago Casares Quiroga, firmada el 13 de julio de 1936 -lo que muestra el despiste monumental de los gobernantes republicanos-, en la que se le decía que, con vista a los juegos Olímpicos de Berlín, contaba con una ayuda de 3700 pesetas para asistir al Congreso de Educación Física que se celebraría en Berlín a partir del 23 del corriente mes hasta el 31 del mismo. Nada más y nada menos que Moscardó, el héroe golpista de Toledo.

Aseguraba el presidente del COE que ya estaban enviadas las inscripciones para las pruebas de atletismo, esgrima, hockey, natación, boxeo, basket-ball, lucha, remo, pentathlon moderno, yachting, tiro y deportes ecuestres. Y que se había designado como jefe de misión para acudir a los juegos a Juan Antonio Macaya. Como remate a la entrevista, se decía que “el COE se había manifestado a favor de la concesión del Premio Nobel de la Paz al barón Pierre de Coubertin”, lo que era una coincidencia tan extraña como inquietante. Lo decimos porque, mientras que los defensores de la Olimpiada Popular presentaban las ideas olímpicas de Coubertin como la antítesis de los juegos hitlerianos, el presidente del COE, Pi i Suñer, no veía ninguna incompatibilidad en asistir a estos. (24.6.1936) (7).

Sin embargo, a primeros de julio de 1936, según reflejan los periódicos el número de los posibles atletas inscritos no rondaban los cien. De hecho, recogiendo los nombres de estos atletas, la cifra se redujo a la mitad y referido a los deportes como baloncesto, hockey, hípica y tiro. En esgrima, lucha y atletismo, a pesar de estar inscriptos, no figuraba ninguna preselección por parte de las autoridades deportivas.

Al final, el equipo de hípica asistió a Berlín y, dado el estallido del golpe de Estado, tampoco actuó, regresando a España por donde había venido.

Las relaciones entre política y deporte se iban tensando cada vez más.

En la cuerda de la duda

Diario de Navarra, requisando un artículo de ABC, titulado “El deporte no tiene nada que ver con la política”, afirmaba que “España no estará representada oficialmente en la Olimpiada de Berlín. La determinación responde a la ofensiva decretada contra el gran certamen por los enemigos políticos del régimen político que impera en Alemania”. Cierto. De tal premisa, deducía la siguiente conclusión: “A nadie que conozca los extremos a que pueda llevar el sectarismo sorprenderá semejante conducta”. Y para quienes se viesen libres de dicho sectarismo “será incomprensible la abstención de España”. Porque, debido a la importancia que “ha adquirido la influencia poderosa del deporte en la juventud, hace que un estadium sea hoy uno de los campos en donde se ventila el prestigio nacional”. El prestigio de una nación. Casi nada. ¿Y su identidad como tal? También, pero, como era habitual, una identidad afirmada contra la identidad de las demás naciones a quienes había que ganar en la arena deportiva.

Abc y Diario de Navarra aunque no lo dijeran, deploró la decisión del Gobierno republicano, por cuanto que “España había de brillar en equitación y natación”. ¡Ah, el brillo de España! Concluía que “todas estas esperanzas se verán tristemente frustradas si no se rectifica una actitud equivocada y se conceden las subvenciones retiradas. Difícilmente se convencerá nadie de que se trabaja por el enaltecimiento de España si se desaprovechan las ocasiones que para su enaltecimiento se presentan” (25.6.1936).

El deporte no tenía nada que ver con la política, pero, al dar la noticia de que el boxeador alemán Max Schmelling había derrotado a Joe Louis, comentaría: “Los judíos lamentarán esta derrota por lo que en sí significa para su raza, por el hecho de ser un alemán el vencedor”.

Por lo que quedaba claro que los juegos olímpicos, más que exaltar la idea olímpica que el bueno de Coubertin tenía de ellos, lo que buscaban era demostrar el poder y el prestigio de una nación por encima de las demás. Ergo, sin quererlo, las derechas confirmaban que los comunistas tenían razón cuando deploraban esa idea capitalista de los juegos olímpicos.

Nuevamente, el periódico de Bilbao, Excelsius, en un artículo titulado “Ante los juegos olímpicos de Berlín”, revolvería un poquito más estas aguas procelosas de la contradicción. El artículo lo firmaba José de Trauko, seudónimo de José María Hernani. El texto se movía en los intersticios de lo deportivo sin atravesar las líneas porosas de la política en su relación con el deporte.

Su autor, después de hablar de la intensa preparación y aclimatación a que los atletas se veían sometidos al cambiar de países y considerar que eran los juegos a los que más importancia la prensa había dado hasta la fecha, describía lo que, según él, sucedía en España. Y lo que pasaba, según Trauko, era que “como contraste, es muy triste, porque no sabemos si se va o no a ir Berlín”. Así que lo mejor era que “al no haber preparación adecuada, ni medios económicos, ni nada, lo mejor sería no asistir a dichos juegos”. Tesis que ya la había defendido un articulista en Diario de Navarra. Pues, lo contrario sería esperar a que “venga un milagro para hacer lo que hacen los demás sin milagros de ninguna clase”.

Recordaba que Comité Olímpico decía que “hay que ir. Pero ni hay dirección ni dinero, a menos que nosotros lo ignoremos”. Y concluía: “Esto es la casa de Tócame Roque.”

Cerraba su artículo con una pregunta que a más de uno dejó mosca: “¿Por qué no puede celebrarse la llamada Olimpiada Popular de Barcelona una vez terminados los juegos de Berlín? Si se quisieran ver en Montjuich atletas de verdadera calidad podría lograrse mucho mejor finalizado el compromiso de esos Juegos. Los atletas norteamericanos, los japoneses y los de muchos países quedarían libres para realizar sus “tournées” y fácilmente vendrían a Barcelona de buena gana en viaje deportivo. De esta forma se lograría lo que va a ser difícil de conseguir en las fechas proyectadas para la Olimpiada Popular. Es decir que acudan primeras figuras mundiales y no segundones insignificantes” (26.6.1936).

Trauko no entraba en razones políticas, ni revolvía en esa alfalfa espiritual y política, también mística, que tanto comunistas, socialistas y las derechas, veían en el deporte. Y, para colmo, distinguía entre atletas de verdad, lo que encorajinó a más de uno, pues era como decir que los atletas que irían a Barcelona era atletas de mentira.

Efectos colaterales

También existían otros intereses nada que ver con las posturas estresantes de los políticos con respecto a la participación de España en los juegos. Los periódicos, estuvieran o no a favor de esa participación, nada les importaba reproducir en sus páginas publicidad de los viajes organizados a Berlín con motivo de la Olimpiada. Por ejemplo, El Liberal, de izquierdas, insertará la cuña publicitaria de unos Viajes a Berlín con el reclamo de la Olimpiada, anunciada.

EL LIBERAL.5.5.1936. MANCHETA (1)

EL LIBERAL.5.5.1936 PUBLICIDAD

No solo El Liberal. La Vanguardia ofertara a sus lectores nada más y nada menos que 18 interesantes excusiones a la Olimpiada de Berlín.

LA VANGUARDIA PUBLICIDAD

El periódico Excelsius, incluso después de un mes del golpe de Estado, seguía informando de la Olimpiada y lo hizo mientras duró, a pesar de la oleada crítica que contra ella se hizo desde Euskadi Roja.

Luego,  después de un mes de que estallase la guerra, se preguntaba:”¿Cuándo empezará la temporada de football?”. Y respondía: “Hoy por hoy no tenemos noticia de que hayan comenzado los entrenamientos en nuestros campos de fútbol, si bien ya ha llegado el momento de ello y esto es lo que nos indica que la cosa no está para broma.”  Menos mal.

En un aparte se “desmentía la muerte de Zamora fusilado” (18.8.1936). En realidad, se hallaba escondido en una casa, situación que, con el tiempo, le acarreó algunos problemas con las autoridades golpistas.

También refería que “el jugador valenciano Balaguer, jugador del Gimnástico. se encontraba en el frente de Teruel en una de las columnas de milicianos,” (19.8.1936). E, impertérrito, seguía anunciando que el día 27 se jugaría en el frontón del Club Deportivo a beneficio del Frente Popular dos formidables partidos de pelota a mano (20.8.1936). Y su cronista deportivo, José de Trauko, informaba día tras día de los juegos olímpicos, como si nada.

EXCELSIUS. 18.8.1936. COMO SI NADA (1)

Hay que recordar que no dejó de pedir “a los deportistas en general que no recaten su apoyo para hacer algo a favor de las milicias antifascistas. Estos días hemos venido dando cuenta del desinterés con que algunos jugadores se prestaban para cooperar con su concurso a la organización de encuentros en pro de la idea que a todos nos lleva a tratarla con cariño y a aportar lo que esté de parte de todos para buen fin que persigue”.

En un tono más trágico, y a medida que avance la contienda, Excelsius, en el mes de octubre se preguntará maldiciendo la guerra: “¿Cuántas vidas de deportistas consumirá la guerra?”

Al comentar que el jugador Iraragorri no vendría por Euzkadi por mor de la guerra, añadía: “Quienes no vendrán tampoco son los facciosos Zamora y Eizaguirre, que, a pesar de ser de unos porteros, han hecho traición al proletariado. Y es lástima que no vengan, porque me gustaría saber si siguen parando todos los tiros.” (13.10.1936). Añadía que “a propósito de facciosos, Paulino Uzcudun, aquel hombre convertido en millonario, me han dicho que está de flamenco en el campo rebelde. Que le llegue pronto el KO. Definitivo” Al mismo tiempo, informaba de varios futbolistas asesinados por los facciosos como Ricardo Miranda, “Cachi” y la supuesta muerte de Jacinto Quincoces (27.12.1936), que, felizmente, no fue tal.

Sin duda, era el tono periodístico de la guerra.

A pesar de esta deplorable situación, el ánimo creado por la intensa actividad para celebrar la Olimpiada popular seguía fresco en las autoridades de la Generalitat que no cejaron en el empeño de construir aquellas instalaciones deportivas diseñadas para la Olimpiada que nunca fue. Bien sabemos cómo terminó aquel sueño.

EXCELSIUS. 13.10.1936. A PESAR DE TODO

la vanguardia para francoAquellos doce puntos del programa Pro Sport Popular sirvieron como embrión de las futuras construcciones y dotaciones deportivas que mantuvieron vivas las autoridades catalanas fieles a República, hasta que llegó el 26 de enero de 1939 y Barcelona cayó en manos de los golpistas y se llevaron todo por delante. El feudalismo de nuevo cuño había llegado.

entrada en barcelona

El general Yagüe, jefe del Cuerpo de Ejército marroquí, el coronel Barrón y Dionisio Ridruejo, jefe nacional de Propaganda, entre otros mandos militares, en la plaza Catalunya


'Osasuna 1936. Golpistas, represaliados y franquismo'


NOTAS

(1) Crónica, 16.4.1935. Semanario. Revista gráfica española. Director Antonio González Linares. Revista muy moderna, siguiendo el canon parisino de la moda y de Nueva York. En las elecciones de febrero de1936, apoyó al Frente Popular. En sus páginas aparecen las firmas de Wenceslao Fernández Flórez, Fernando Vela, Manuel Bueno, Corpus Barga, Julio Camba, González Ruano, Neville, Antonio Robles…(Véase el estudio de La imagen de la mujer en las revistas gráficas españolas de comienzos del siglo XX. Aproximación a la revista Crónica (1929-1938), de Adriana Tovar García. Trabajo Fin de Grado, Zaragoza, 2018, donde se recaba abundante información del semanario).
(2) Ahora, 2.10.1935. Firmaba A. Díez de las Heras. El periódico fue fundado el 16 de diciembre de 1930, durante la llamada Dictablanda del militar Berenguer. Lo dirigieron Luis Montiel y Manuel Chaves Nogales. En sus páginas escribieron Unamuno, Valle Inclán, Baroja, Gómez de la Serna, Madariaga, Maeztu, Ricardo Arana... La guerra terminó con él. Un meritorio periódico que hoy mismo se lee con ganas.
(3) Heraldo de Madrid, 4.1.1936. Periódico que en la República no se inclinó por ninguna fuerza política en particular, aunque sí por la defensa de la República. En su redacción se concitaron periodistas de tendencia liberal, lerrouxista, azañista y socialista. Entre sus periodistas, cabe destacar a Manuel Chaves Nogales, César González Ruano, ante de caer en brazos de la hidra fascista. La guerra terminó con el periódico.
(4) A.Gounot: https://www.researchgate.net/publication/28171263_El_proyecto_de_la_olimpiada_popular_de_Barcelona_1936_entre_Comunismo_internacional_y_Republicanismo_regional
(5) Pujadas i Marti, Xavier/ Santacana i Torrs, Carles. L'altra olimpíada Barcelona 36 esport, societat i política a Cataluyna (1900-1936).
(6) Beevor, Antony. La guerra civil española. Círculo de Lectores, 2005.
(7) Excelsius, 24.6. 1936. Como director figuraba Basterra. La guerra malogró el proyecto futuro del periódico. Aquí escribiría Machari y José de Trauko, nacionalistas y Jacinto Miquelarena, luego, falangista.

1936: Olimpiada Popular de Barcelona