viernes. 19.04.2024

Después de la inyección de optimismo que significó la ceremonia de apertura, los cariocas ansiaban acercarse a las diferentes sedes olímpicas, que hasta hoy solo habían podido ver por fuera. desde primera hora, avalancha de espectadores que tomaban metros y autobuses para acercarse al Parque Olímpico o a Deodoro.

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El Metro funcionó bien, es cómodo, va rápido. Los autobuses, depende. De la hora y de la zona. Hoy ha habido congestión de tráfico en los puntos más turísticos (a Deodoro he ido bien, incluso por un carril olímpico sin señalizar en una carretera Transolímpica sin coches, y eso que era sábado. Veremos la semana que viene.

La organización de los Juegos implica varias redes paralelas, varios niveles que funcionan de manera paralela, e incluso se ignoran superpuestos. Por un lado, las autoridades, con sus vehículos oficiales. Por otro, las fuerzas de seguridad, policía, ejército, hasta militares jubilados de los que se ha tenido que echar mano para completar el dispositivo básico, que por otro lado es descomunal.  Por supuesto, los periodistas, que disponen de una gigantesca red de autobuses de la organización para trasladarse de una zona a otra (estadios, hoteles, aeropuerto, Villa, etc). La mayoría no sale de ese circuito, porque, además, las paradas dan entrada directa a las zonas de prensa habilitadas en cada sede deportiva. El contraste de temperaturas entre la calle y el bus es de tal calibre que más de uno terminará resfriado en Rio. Lo mismo en la zona de prensa. Decenas de periodistas trabajan con chaqueta y jersey, en mesas que incluyen estas pantallas de in información constantemente actualizada.

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Quien decide salir de esa red para hacer su trabajo (y no tiene coche de prensa o dólares en el bolsillo), pasa al siguiente nivel. Al de los voluntarios y el público, que se mueven en transporte público, BRT, metro, etc... Ahí, ya, a buscarse la vida. Se camina más, pero también se "viven" los Juegos de otra manera. Son los menos, la mayoría va "a tiro hecho". No hay tiempo para entretenerse. La competencia es feroz, y la agenda de cada día, espantosamente cargada.

Después están los voluntarios. A millares, están por todas partes, aunque no se corresponde la cantidad de personas que componen este "ejército" con su parco conocimiento. La mayoría no sabe nada, por más que preguntes, no aciertan. Desbordados.

Y, por fin, el público, feliz de vivir un acontecimiento de estas características. Da igual que haya atascos (están acostumbrados, y los Juegos no arreglarán, seguro) o colas enormes en los controles de seguridad. Da igual, incluso, que, al mediodía, el sol convierta el cemento del Parque Olímpico en una sartén. Nada puede detener el deseo de fotografiarse junto a los aros olímpicos.

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Cuando cae la tarde, que cae pronto, se está mucho mejor. Incluso las colas son más llevaderas.

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La ilusión del primer día