Homenaje a Cobi
Barcelona vivió a principios de los años 90 un periodo de optimismo y vitalismo que cambió el espíritu de la ciudad para siempre. La capital catalana inició un lavado de cara que posibilitó que la ciudad se abriese al mar, transformando así su fisonomía dentro del imaginario colectivo mundial. El motivo fue la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992. Un hito histórico con relación al deporte que se convirtió en todo un éxito gracias a la implicación ciudadana y a su organización impecable. Una suma de factores que convirtieron los juegos de Barcelona en uno de los mejores de todos los tiempos. Y su celebración no supuso sólo una revolución urbanística y arquitectónica en relación a la Ciudad Condal, sino que la efeméride también ayudó a la promoción de la actividad física.
Los Juegos Olímpicos de Barcelona ayudaron al desarrollo de una gran cantidad de modalidades deportivas consideradas hasta el momento residuales. Un país y una ciudad enamorados del Baloncesto y el Fútbol, abrazaron otros deportes que llegaron para quedarse. A pesar de todo, la hegemonía que siguen teniendo el Básquet y el deporte rey sigue siendo una realidad tangible. Solo hay que ver las diversas secciones deportivas de la prensa nacional o los bonos promocionales que aplican las diversas casas de apuestas. A pesar de la diversidad, los dos deportes más seguidos siguen teniendo un papel preponderante. Pero en el 92 se abrió camino, y hoy en día muchas ciudades de la periferia barcelonesa disponen de equipamientos adecuados para el desarrollo y la practica de actividades deportivas con poco seguimiento hasta ese contexto. La consecución de medallas así lo atesora.
Pero si existe un elemento que quedó grabado en la retina de los catalanes en relación con Barcelona 92 es, sin duda, su mascota: Cobi. El encargado de su diseño y su creación fue Javier Mariscal (Valencia, 1950), de su mente surgió una de las mascotas olímpicas que han tenido más aceptación social. Nos encontramos ante un dibujo atemporal que todavía hoy en día genera simpatía entre la sociedad barcelonesa. Muchos comercios de la ciudad presentan figuras o stickers relacionados con la mascota; normalmente guardan estos objetos con estima, ya que representan una etapa dorada de la ciudad. Las diversas figuras, elementos promocionales o cromos son conservados como oro en paño por parte de sus propietarios.
El diseño de Cobi se inspira en un pastor catalán (gos d'atura), una interpretación cubista de las características físicas propias de dicho perro. Fue presentado oficialmente el 15 de marzo de 1988, aunque no fue la única idea que Mariscal materializó en el momento de diseñar al personaje. También ideó una gamba -que posteriormente se convertiría en la icónica escultura del Moll de la Fusta- y una versión femenina del Cobi, la Petra, quien acompañó posteriormente la mascota en la serie de dibujos "The Cobi Troupe". Posteriormente también se usó como icono en los paralímpicos.
La versión definitiva de la mascota fue presentada oficialmente el 24 de agosto de 1988, con una serie de modificaciones menores aplicadas por Josep Maria Trias, quien fue el encargado de diseñar el logo de las olimpiadas. Le aplicó, por ejemplo, el color beige que le ha acompañado siempre.
El nombre de la mascota guarda referencia con las siglas del Comité Organizador de las Olimpiadas de Barcelona: COOB. Cuando finalizó la olimpiada, Cobi contaba con una aceptación social del 81% y fue la mascota más rentable para el COI en relación con la celebración deportiva. Un acierto total, al igual que lo fue la selección de Barcelona como ciudad olímpica. Una relación de amor que sigue siendo muy tangible si se pasea por Montjuïc o por la Villa Olímpica de la ciudad. Un punto donde podemos encontrar una escultura de la icónica mascota creada por Mariscal. Se sitúa en el parque del Puerto Olímpico, muy cerca de la calle Rosa Sensat. Cobi lució todo tipo de ropa deportiva, pero en la estatua de bronce lo podemos ver ataviado con una túnica griega, un ánfora y una antorcha que evoca el olimpismo clásico. Un punto fotográfico que se aleja de otros espacios masificados de la ciudad y que ayuda a conectar con un periodo mágico de la historia reciente de Barcelona.