miércoles. 04.12.2024

Todo salió bien anoche en Maracaná. El país y la ciudad necesitaban que su monumental esfuerzo para llegar a tiempo  -en medio de las dificultades de organización e imagen por todos conocidas- tuviesen su recompensa. Y la tuvieron. Brasil y Rio respiraron aliviados, y también orgullosos.

Aliviados porque nada falló. No hubo protestas visibles o audibles -salvo la pitada a Michel Temer, que casi pareció guionizada-, y la ceremonia respondió a la idea que Fernando Meirelles y su equipo querían transmitir. Nada de triunfalismos. Nada que ver con la exhibición de medios, de historia y de contribución a la historia de la humanidad de Londres'12. En Rio, anoche, solo hubo un pouquinho de Brasil. Resumido en la dulce interpretación del himno nacional por Paulinho da Viola, con una guitarra y un puñado de instrumentos. Realismo que contrastó con el emotivo discurso del presidente del Comitê Olímpico do Brasil, Arthur Nuzman, que llegó a decir: “El mejor lugar del mundo es aquí y ahora, en Rio, en Brasil” y “el mundo es carioca”. La ceremonia exaltó el orgullo, derritió corazones, aportó optimismo a un país que vive horas difíciles.

Pouquinho, pero bien escogido. El hipnótico caminar de Gisele Bündchen, la música de Gilberto Gil y Caetano Veloso, las apelaciones a la madre tierra, la necesidad de regresar a la naturaleza y a preservar el medio ambiente como mejor legado para las nuevas generaciones.

Maracaná se convirtió en un sambódromo en el que las delegaciones acortaron el habitual recorrido por todo el perímetro del estadio. Para Rafa Nadal, se cumplió uno de los pocos sueños que le quedaban. Desfiló como abanderado con una sonrisa y una alegría que mereció una atronadora ovación. De las sonoras, junto a Portugal y al Equipo Olímpico de Refugiados. El #TeamESP chupó cámara en los videomarcadores, tan elegantes, tan risueños. Un diez para ellos, sobre todo para los que tenían que competir hoy. Parte de la delegación (natación, ciclismo, rugby) se quedó en la Villa.

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Por último, destacó la elección de Vanderlei Cordeiro de Lima para encender el pebetero. Quizá fue por ausencia de Pelé, pero lo cierto es que, aunque lo tenemos hasta en la sopa -o quizá por eso- nadie le echó de menos. Es más, la elección del maratoniana significaba, de alguna manera, restituirle la gloria que un clérigo desequilibrado le robó, cuando, en Atenas'o4, le agredió, privándole del oro y relegándole al bronce.

 

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Un "pouquinho" de Brasil