Coleccionar pines es una afición universal. En el ámbito olímpico se inició en los Juegos de Los Ángeles'84. En España, en Barcelona'92. Fue entonces, cuando el fuego olímpico iluminó la Ciudad Condal, cuando Frederic Garriga descubrió una segunda pasión, además de su militancia culé: "Vi, pasando por la plaza de Cataluñ,a a gente que estaba cambiando pines, y me enganché". Veinticuatro años, y once Juegos Olímpicos: todos los de verano y cuatro de invierno.
"Todo el mundo hace en vacaciones lo que le gusta, va donde le apetece. Yo vivo al lado del mar, así que lo disfruto de sobre, así que cada cuatro años paso mis vacaciones en Juegos Olímpicos", dice este funcionario de la Generalitat de 58 años que, desde primera hora, se aposta frente a la entrada del Centro de Medios del Parque Olímpico. Unos cartones rematados con fieltro para enganchar las insignias, una "acreditación oficial" ("aquí todo el mundo la lleva, así que nosotros también nos hemos fabricado una, medio en serio medio en broma, pero no es una acreditación, es una presentación handmade"), y unos cientos de pines traídos de Barcelona: "Me he traído dos maletas repletas, sesenta kilos, casi sin ropa. Y aquí estamos, como los niños con los cromos. Se trata de intercambiar, no de vender. Todos estos son repetidos. Pines únicos, sin repetir, tengo miles en casa, pero no los he contado, prefiero no contarlos".
"Elijo este punto porque los pines de la prensa son ediciones limitadas, díficiles de conseguir, si no los consigues aquí es difícil en otro sitio". MIentras Frederic acude cada día al encuentro con los periodistas internacionales, Sergio González prefiere moverse por otros puntos de Rio de Janeiro, como la Villa Olímpica o Copacabana. Es consultor de banca en Madrid. Ha venido para ampliar su colección. "Estuve en Pekín, en Vancouver, en Londres y en Sochi. Cada vez que hay unos Juegos planifico mis vacaciones para no perdérmelos", dice. En su casa y en su garaje del barrio madrileño de Retiro guarda más de 18.000, mucho de ellos únicos.
Y como en todas las colecciones, también hay pines difíciles de conseguir: "El más difícil de conseguir es el del Picachu polímpico de los japoneses. Les gusta mucho, y no lo sueltan", dice Sergio. Y Frederic añade: "Los japoneses lo tienen en el bolsillo, tienen pocos, pero no hay tradición, no le dan importancia":
Los periodistas que más se interesan por las insignias son los norteamericanos y los chinos: "Son los que más tienen, las televisiones de esos países hacen muchos, son fáciles de conseguir, y ellos te los cambian. Hay muchos brasileños nuevos, y creo que se engancharán. Creo que a partir de ahora nos veremos", termina Frederic, que acaba de conseguir un nuevo pin. Se lo ha cambiado un periodista australiano.