En Londres, La kazaja Svetlana Podobedova (oro), la rusa Natalya Zabolotnaya (plata) y la bielorrusa Iryna Kulesha (bronce) hurtaron a la berciana la inmensa felicidad de saborear en el podio el éxito, tras cuatro años de dedicación y esfuerzo. Ya entonces pareció extraña la gran diferencia entre las competidoras. Pasados casi completo el ciclo olímpico, se supo que las tres estaban dopadas.
Cuatro años después, en el Pabellón 2 de Ríocentro, Lidia se ha desquitado. Bronce, por detrás de la la norcoreana Rim Jong Sim y la bielorrusa Darya Naumava. A sus 31 años, no quería ser capítulo, quería ser historia. En Rio ha hecho realidad su lema. La medalla es el premio a toda una vida de dedicación. Destacaba en baloncesto y en carrera de velocidad, pero casi por casualidad recaló en un deporte minoritario que le ha dado fama, y ahora también, gloria.
Despejado el camino de halteras tramposas, en los días previos temía la buena forma de la rival norcoreana. Pero estaba segura de sí misma, con la misma confianza con que se expresa. Acabó segunda en arrancada, sólo por detrás de la norcoreana Rim Jong Sim. Levantó 112 kilos a la primera y 116 a la segunda. Su rival, 121 al segundo intento. Vino luego el momento crucial. Los dos tiempos. Levantó a la primera 135, 138 y 141. Había asegurado el bronce. 257 kilos en total. A solo un kilo de Naumova y a 17 de la nueva campeona olímpica.
Exceptuando el acero, las aleaciones de bronce son superiores a las de hierro en casi todas las aplicaciones. Si Lidia es una mujer de hierro, ahora también es de bronce. Solo falta que el COI otorgue el oro de Londres a Lidia. Otra mujer que, además de kilos, levanta pasiones. A ver quién después de levantar 141 kilos, es capaz dibujar un corazón
(Foto: COE)
Foto: COE)