Con la medalla de bronce de hoy, el piragüismo español acumula dieciséis a lo largo de la historia. De ellas, catorce corresponden a aguas tranquilas (sprint) y dos a aguas bravas (eslalon). La primera fue la plata en K-4 1000 (Herminio Menéndez, José López Díaz Flor José Esteban Celorrio y Luis Ramos Misioné) en Montreal'76. En Moscú'80, Herminio Menéndez y Guillermo del Riego lograron la plata en K2 500, y de nuevo Herminio Menéndez -esta vez con Luis Ramos Misioné- el bronce en K2 1000. En Los Ángeles'84, Enrique Míguez y Narciso Suárez conseguían en C2 500 la cuarta medalla para el piragüismo español.
Después vinieron veinte años de sequía, que incluyeron Barcelona'92. Hasta que llegó Atenas'04, cuando irrumpió en escena David Cal, quien, pasados los años, se convertiría en el deportista olímpico español más laureado. En Atenas'04 logró dos medallas, un oro en C1 1000 y una plata en C1 500. En Pekín'08, dos platas en esas mismas distancias. En Londres, otra plata en C1 500.
En Rio, tres oros (Maialen Chourraut, Marcus Cooper y Saúl Craviotto-Cristian Toro) y un bronce (Saúl Craviotto). Un éxito aún mayo que el de Londres (dos platas y un bronce). Entraron además en finales Sete Benavides, Teresa Portela, Ander Elósegui y el K4 1000.
Una selección exigente para formar un equipo competitivo. Quizá es la frase que mejor explica el éxito del piragüismo en Rio. Pero detrás de la frase hay mucho más. Tradición y estructura de clubes y mejora del nivel de los técnicos y, entre los que destaca Miguel García, que ha acompañado a Craviotto en su esplendorosa trayectoria por tres Juegos Olímpicos.
(Foto: RFEP)
Y por supuesto, un enorme sacrificio individual por parte de los atletas de élite. Esa son algunas de las razones que pueden explicar el éxito del piragüismo español en los Juegos Olímpicos.
El bronce de Saúl Craviotto fue un verdadero regalo. El ilerdense regresaba al teatro de sus sueños -la Laguna Rodrigo de Freitas-, pero no contaba con la medalla. Ni él ni su entrenador. Demasiada emoción, demasiado cansancio en las horas previas, tras la consecución del oro en K-2 200). Fue una de esas remontadas con final feliz. Al poco de salir, se desequilibró y perdió metros. Sin embargo, a partir de regata sacó fuerzas y logró colocarse a la altura del alemán Ronald Rauhe, con quien entró en el mismo tiempo. tras cruzar la línea de meta, miró la pantalla de tiempos, porque no estaba seguro de haber entrado tercero. Salió su nombre y apenas tuvo fuerzas para celebrarlo.
(Foto: COE/Nacho Casares)
Con esta medalla, el palista competa una trayectoria espectacular. Oro en Pekín, plata en Londres y otro y bronce en Rio. Ahora quiere irse de vacaciones a Lanzarote con su mujer y su hija Valentina, Después, vuelta al trabajo como policía en Gijón, a la espera de un cambio de dstino que le lleve de regreso a Lérida.
¿Tokio 2020? Apuesto a que le veremos allí.