El ejercicio físico y el deporte mejoran nuestra salud y calidad de vida, porque aportan beneficios a nivel físico, psíquico y socioafectivo:
A nivel físico:
Elimina grasas y previene la obesidad.
Aumenta la resistencia ante el agotamiento.
Previene enfermedades coronarias.
Mejora la amplitud respiratoria y la eficacia de los músculos respiratorios.
Disminuye la frecuencia cardiaca en reposo.
Favorece el crecimiento.
Mejora el desarrollo muscular.
Combate la osteoporosis.
Mejora el rendimiento físico en general, aumentando los niveles de fuerza, velocidad, resistencia, etc.
Regula el estreñimiento provocado por los malos hábitos como el sedentarismo.
Aumenta la capacidad vital.
A nivel psíquico:
Tiene efectos tranquilizantes y antidepresivos.
Mejora los reflejos y la coordinación.
Aporta sensación de bienestar.
Elimina el estrés.
Previene el insomnio y regula el sueño.
A nivel socioafectivo:
Estimula la participación e iniciativa.
Estimula el afán de trabajo en grupo.
Canaliza la agresividad.
Favorece el autocontrol.
Nos enseña a aceptar y superar las derrotas.
Nos enseña a asumir responsabilidades y a aceptar las normas.
Favorece y mejora la autoestima.
Mejora la imagen corporal
Pero... ¡existen personas alérgicas al deporte!
¿Cómo es posible?
Sí. Existe el llamado síndrome de anafilaxia.
¿Qué es?
Se trata de una reacción alérgica grave que afecta a todo el cuerpo. La anafilaxia inducida por ejercicio (AIE) fue descrita por primera vez en 1979 en un corredor de fondo que sufría reacciones anafilácticas recurrentes de intensidad variable al practicar ejercicio tras la ingestión de marisco. Poco después se establecieron sus características definitorias, considerándola como una forma de alergia física severa que puede ser provocada por cualquier tipo de ejercicio y distinta a otros procesos análogos como la urticaria colinérgica.
El incremento gradual de las prácticas deportivas en la sociedad actual, junto con la alta prevalencia de la patología alérgica en los sectores de la población con mayor actividad física, ha supuesto la aparición de síndromes de trasfondo alérgico, en ocasiones subclínicos, que sólo se manifiestan con el ejercicio. Entre estos cuadros clínicos destaca por su potencial gravedad la anafilaxia inducida por ejercicio, que constituye una forma peculiar de anafilaxia que se observa cada vez con mayor frecuencia.
Afecta a 50 de cada 100.000 personas. Así, entre el 30% y el 50% de los que padecen el síndrome solo sufren la reacción al combinar determinadas comidas y ejercicio. El diagnóstico es sencillo. Cuando se desata la reacción alérgica, se puede tratar de la misma manera que cualquier otra alergia.
Dentro del síndrome de anafilaxia inducida por ejercicio se incluyen dos formas clínicas bien diferenciadas: urticaria colinérgica sistémica y anafilaxia inducida por ejercicio propiamente dicha, que se puede presentar en su forma clásica o en su forma variante, más infrecuente y con manifestaciones similares a la urticaria colinérgica.
La anafilaxia postprandial inducida por ejercicio o dependiente de alimentos constituye un subtipo frecuentemente identificado en estos últimos casos. Puede deberse a una alergia alimentaria subclínica que se manifiesta con el esfuerzo, aunque en muchas ocasiones no es posible encontrar un alergeno responsable. El diagnóstico se establece por la historia clínica y la realización de pruebas específicas con alergenos alimentarios. Puede ser necesario recurrir a una prueba de esfuerzo con y sin ingesta previa.
El tratamiento es preventivo y se basa en evitar la comida o el alimento responsable de la alergia en las horas previas a la realización del ejercicio. Cuando no depende de alimentos se recurre a farmacoterapia profiláctica con antihistamínicos, cromonas o bicarbonato sódico. El paciente debe ser instruido sobre el uso de adrenalina en caso de nuevas reacciones.