Regino Hernández escribe una página histórica en el deporte de invierno español. Solo conocíamos el oro de los esquiadores Francisco Fernández Ochoa en Sapporo 1972 y el bronce de Blanca Fernández Ochoa en Albertville 1992. Su medalla de bronce en Pyeongchang llega veintiseis años después, en una disciplina frenética como el snowboardcross, en la que es necesario ser el más rápido, pero sobre todo llegar.
(Fotos: COE/Nacho Casares)
Antes de los Juegos, el rider de veintiséis años había contado que estaba en el mejor momento físico y personal de su vida. Su primera cita olímpica había sido en Vancouver 2010, con diecisiete años, el más joven del equipo español. Diez años después, había llegado el momento de la verdad, aunque llegaba el undécimo del ranking mundial.
En la clasificatoria hizo el tercer mejor tiempo. En la fase siguiente fue tercero, pero a partir de ahí llegó el espectáculo de un deportista con quien nadie contaba, a la sombra del abanderado Lucas Eguibar. En cuartos fue primero. En semifinales, salida impecable y llegada en solitario. Aguantó la presión de la final, no falló y se subió al podio por detrás de dos de los favoritos, Pierre Vaultier y Jarryd Hughes. (Puedes ver la bajada aquí)
(Foto: COE/Nacho Casares)
(Capturas de Eurosport)
(Foto: COE/Nacho Casares)
En el podio lloró. Y lo hizo recordando a su entrenador Israel Planas, fallecido el año pasado. Hernández miró al cielo acordándose de ‘Isra’.
Subcampeón del mundo, diez años compitiendo en la élite internacional y dos Juegos Olímpicos en su haber.
(Foto: Perfil de Regino Hernández en Twitter)
Nacido en Ceuta y residente en Mijas, llegó a la nieve porque su padre tenía una tienda de deporte extremo. Es motero, lleva pelo largo, barba tupida y las manos llenas de anillos. La gente de Sierra Nevada -donde el nuevo medallista empezó con la tabla siendo niño- ya tiene una medalla de bronce.